El Barroco en América Latina
El Barroco fue un período de la
historia en la cultura occidental que produjo obras en numerosos campos
artísticos: literatura, arquitectura, escultura, pintura, música, ópera, danza,
teatro, etc. Se manifestó principalmente en Europa occidental, aunque debido al
colonialismo también se dio en numerosas colonias de las potencias europeas,
principalmente en Latinoamérica. Cronológicamente, abarcó todo el siglo XVII y
principios del XVIII, con mayor o menor prolongación en el tiempo dependiendo
de cada país.
El barroco llego a américa latina
por medio de la llegada de los españoles, donde llegaron a implementarlo como
una corriente nueva, y nos referimos con nuevo a lo que es américa porque esta
corriente se había a dado en Europa muchos años atrás; sin embargo la llegada a
américa latina fue mucho tiempo después. Su mayor expresión de dio durante el
siglo XVlll pero ahora era un barroco mezclado con una serie de aportes
indígenas a la corriente del barroco.
La característica más particular del barroco que lo
identifica muy fácil es el uso exagerado de adornos como en el caso de la
arquitectura que se puede ver incluso en catedrales de El salvador.
Pintura Barroca en América Latína
Las primeras pinturas que
transitaron por América fueron representaciones religiosas importadas, que eran
realizadas por artistas y artesanos españoles, italianos y flamencos. Fueron
transportadas por mar desde Europa, comenzando inmediatamente a reproducirse
las primeras pinturas sudamericanas al estilo occidental, bajo la creación de
talleres locales que desempeñaron el importante papel de implantar y
popularizar las corrientes artísticas europeas, imponiéndose los estilos
italianos. Desde 1650 hasta 1750 se implantó en Chile el gusto español, en
especial el de la escuela sevillana. A partir de mediados del siglo XVIII se
produjo un cambio y comenzó a dejarse sentir la influencia francesa.
La escultura barroca en América Latína
El mismo sentido decorativo afectará a la escultura ornamental,
presente en los interiores y exteriores de las numerosas iglesias
barrocas que, con un estilo extremadamente recargado, se construyeron a
lo largo de las colonias españolas. En México destaca el español
Jerónimo Balbás, que llegó a América a principios del siglo XVIII,
autor del retablo del altar mayor de la iglesia del Sagrario. La
imaginería popular floreció en Guatemala, con Quirio Cataño y Juan de
Chávez, en Quito, con Bernardo Legarda, y en Lima donde, gracias al
estrecho contacto con Sevilla, se pueden contemplar numerosas obras de
Martínez Montañés.
Palacio Nacional del EL Salvador
Palacio Nacional del EL Salvador |
Literatura Barroca en América Latína
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de
Santillana
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de
Santillana
(San Miguel Nepantla, 12 de
noviembre de 1651-Ciudad de México, 17 de
abril de 1695)
Fue una religiosa y
escritora novo hispana del Barroco en el Siglo de Oro.
Cultivó la lírica, el auto sacramental y el teatro, así
como la prosa. Por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de
«el Fénix de América», «la Décima Musa» o «la Décima Musa mexicana».
A muy temprana edad aprendió a
leer y a escribir. Perteneció a la corte de Antonio de Toledo y Salazar,
marqués de Mancera y 25° virrey novohispano. En 1667 ingresó a la
vida religiosa a fin de consagrarse por completo a la literatura. Sus más
importantes mecenas fueron el marqués de la Laguna, 28º virrey de la Nueva
España, y su esposa Luisa Manrique de Lara, quienes publicaron sus obras en la
España peninsular. Murió a causa de una epidemia el 17 de abril de 1695.
Sor Juana Inés de la Cruz ocupó,
junto a Juan Ruiz de Alarcón y a Carlos de Sigüenza y
Góngora, un destacado lugar en la literatura novohispana. En el campo de
la lírica, su trabajo se adscribe a los lineamientos del barroco
español en su etapa tardía. La producción lírica de Sor Juana, que supone
la mitad de su obra, es un crisol donde convergen la cultura de una Nueva
España en apogeo, el culteranismo de Góngora y la
obra conceptista de Quevedo y Calderón.
Muestras poéticas
Redondilla
(Fragmento)
Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal? .....
Verde Embeleso (Fragmento)
Verde embeleso
de la vida humana,
loca esperanza,
frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de
tesoros vana;
alma del mundo,
senectud lozana,
decrépito verdor
imaginado;
el hoy de los
dichosos esperado,
y de los desdichados
el mañana...
Jerónimo de Balbás
Fué un arquitecto y escultor
español que falleció en 1748, introductor de uno de los elementos más
característicos del barroco mexicano: el estípite.
Se sabe poco de sus inicios,
aunque se cree que nació en Zamora (Castilla y León) durante el
segundo tercio del siglo XVII y que se formó con José de
Churriguera. Es un artista muy avanzado en las formas escenográficas, tal y
como muestran las complejas estructuras de sus retablos.
A principios del Siglo XVIII se
trasladó a Madrid y más tarde a Sevilla, donde realizó el
suntuoso retablo del Sagrario de la Catedral hispalense, llamado Furibunda
Fantasía, destruido por el fuego en 1824, y también la sillería de la
iglesia de Marchena.
Posteriormente viajó a México y
en 1718 comenzó a trabajar en su obra cumbre, el Retablo de los
Reyes de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. La
complejidad de esta pieza tiene su origen en su adecuación a la planta de la
capilla. Verticalmente se divide en tres calles separadas por estípites; en la
central se disponen dos lienzos de Juan Rodríguez Juárez (la
Adoración de los Reyes y la Asunción) y en las laterales se abren varias hornacinas.
Como remate de todo el conjunto, Balbás diseñó una media bóveda.
Enrique González Martínez
Enrique González
Martínez (Guadalajara, Jalisco, México; 13 de abril de 1871 - México, D. F.; 19
de febrero de 1952)
A LA QUE VA CONMIGO
Iremos por la vida
como dos pajarillos
que van en pos de
rubias espigas, y hablaremos
de sutiles encantos y
de goces supremos
con ingenuas palabras
y diálogos sencillos.
Cambiaremos sonrisas
con la hermana violeta
que atisba tras la
verde y oscura celosía,
y aplaudiremos ambos
la célica armonía
del amigo sinsonte
que es músico y poeta.
Daremos a las nubes
que circundan los flancos
de las altas montañas
nuestro saludo atento,
y veremos cuál corren
al impulso del viento
como un tropel
medroso de corderillos blancos.
Oiremos cómo el
bosque se puebla de rumores,
de misteriosos cantos
y de voces extrañas;
y veremos cuál tejen
las pacientes arañas
sus telas impalpables
con los siete colores.
Iremos por la vida
confundidos en ella,
sin nada que conturbe
la silenciosa calma,
y el alma de las
cosas será nuestra propia alma,
y nuestro propio
salmo el salmo de la estrella.
Y un día, cuando el
ojo penetrante e inquieto
sepa mirar muy hondo,
y el anhelante oído
sepa escuchar las
voces de los desconocido,
se abrirá a nuestras
almas el profundo secreto.
Salvador Díaz Mirón Veracruz (México)
A GLORIA
No intentes
convencerme de torpeza
con los delirios de
tu mente loca:
mi razón es al par
luz y firmeza,
firmeza y luz como el
cristal de roca.
Semejante al nocturno
peregrino,
mi esperanza inmortal
no mira el suelo;
no viendo más que
sombra en el camino,
sólo contempla el
esplendor del cielo.
Vanas son las
imágenes que entraña
tu espíritu infantil,
santuario oscuro.
Tu numen, como el oro
en la montaña,
es virginal y, por lo
mismo, impuro.
A través de este
vórtice que crispa,
y ávido de brillar,
vuelo o me arrastro,
oruga enamorada de
una chispa
o águila seducida por
un astro.
Inútil es que con
tenaz murmullo
exageres el lance en
que me enredo:
yo soy altivo, y el
que alienta orgullo
lleva un broquel
impenetrable al miedo.
Fiando en el instinto
que me empuja,
desprecio los
peligros que señalas.
«El ave canta aunque
la rama cruja,
como que sabe lo que
son sus alas».
Erguido bajo el golpe
en la porfía,
me siento superior a
la victoria.
Tengo fe en mí; la
adversidad podría,
quitarme el triunfo,
pero no la gloria.
¡Deja que me persigan
los abyectos!
¡Quiero atraer la
envidia aunque me abrume!
La flor en que se
posan los insectos
es rica de matiz y de
perfume.
El mal es el teatro
en cuyo foro
la virtud, esa
trágica, descuella;
es la sibila de
palabra de oro,
la sombra que hace
resaltar la estrella.
¡Alumbrar es arder!
¡Estro encendido
será el fuego voraz
que me consuma!
La perla brota del
molusco herido
y Venus nace de la
amarga espuma.
Los claros timbres de
que estoy ufano
han de salir de la
calumnia ilesos.
Hay plumajes que
cruzan el pantano
y no se manchan...
¡Mi plumaje es de esos!
¡Fuerza es que sufra
mi pasión! La palma
crece en la orilla
que el oleaje azota.
El mérito es el
náufrago del alma:
vivo, se hunde; pero
muerto, ¡flota!
¡Depón el ceño y que
tu voz me arrulle!
¡Consuela el corazón
del que te ama!
Dios dijo al agua del
torrente: ¡bulle!;
y al lirio de la
margen: ¡embalsama!
¡Confórmate, mujer!
Hemos venido
a este valle de
lágrimas que abate,
tú, como la paloma,
para el nido,
y yo, como el león,
para el combate.