lunes, 25 de febrero de 2013

El Barroco en América Latina 




El Barroco fue un período de la historia en la cultura occidental que produjo obras en numerosos campos artísticos: literatura, arquitectura, escultura, pintura, música, ópera, danza, teatro, etc. Se manifestó principalmente en Europa occidental, aunque debido al colonialismo también se dio en numerosas colonias de las potencias europeas, principalmente en Latinoamérica. Cronológicamente, abarcó todo el siglo XVII y principios del XVIII, con mayor o menor prolongación en el tiempo dependiendo de cada país.

El barroco llego a américa latina por medio de la llegada de los españoles, donde llegaron a implementarlo como una corriente nueva, y nos referimos con nuevo a lo que es américa porque esta corriente se había a dado en Europa muchos años atrás; sin embargo la llegada a américa latina fue mucho tiempo después. Su mayor expresión de dio durante el siglo XVlll pero ahora era un barroco mezclado con una serie de aportes indígenas a la corriente del barroco.
 

 
La característica más particular del barroco que lo identifica muy fácil es el uso exagerado de adornos como en el caso de la arquitectura que se puede ver incluso en catedrales de El salvador.



 Pintura Barroca en América Latína


Las primeras pinturas que transitaron por América fueron representaciones religiosas importadas, que eran realizadas por artistas y artesanos españoles, italianos y flamencos. Fueron transportadas por mar desde Europa, comenzando inmediatamente a reproducirse las primeras pinturas sudamericanas al estilo occidental, bajo la creación de talleres locales que desempeñaron el importante papel de implantar y popularizar las corrientes artísticas europeas, imponiéndose los estilos italianos. Desde 1650 hasta 1750 se implantó en Chile el gusto español, en especial el de la escuela sevillana. A partir de mediados del siglo XVIII se produjo un cambio y comenzó a dejarse sentir la influencia francesa.




La escultura barroca en América Latína 

El mismo sentido decorativo afectará a la escultura ornamental, presente en los interiores y exteriores de las numerosas iglesias barrocas que, con un estilo extremadamente recargado, se construyeron a lo largo de las colonias españolas. En México destaca el español Jerónimo Balbás, que llegó a América a principios del siglo XVIII, autor del retablo del altar mayor de la iglesia del Sagrario. La imaginería popular floreció en Guatemala, con Quirio Cataño y Juan de Chávez, en Quito, con Bernardo Legarda, y en Lima donde, gracias al estrecho contacto con Sevilla, se pueden contemplar numerosas obras de Martínez Montañés.


 

Palacio Nacional del EL Salvador 

 

 

Palacio Nacional del EL Salvador

 




 Literatura Barroca en América Latína

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana
(San Miguel Nepantla, 12 de noviembre de 1651-Ciudad de México, 17 de abril de 1695)
Fue una religiosa y escritora novo hispana del Barroco en el Siglo de Oro. Cultivó la lírica, el auto sacramental y el teatro, así como la prosa. Por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de «el Fénix de América», «la Décima Musa» o «la Décima Musa mexicana».

A muy temprana edad aprendió a leer y a escribir. Perteneció a la corte de Antonio de Toledo y Salazar, marqués de Mancera y 25° virrey novohispano. En 1667 ingresó a la vida religiosa a fin de consagrarse por completo a la literatura. Sus más importantes mecenas fueron el marqués de la Laguna, 28º virrey de la Nueva España, y su esposa Luisa Manrique de Lara, quienes publicaron sus obras en la España peninsular. Murió a causa de una epidemia el 17 de abril de 1695.
Sor Juana Inés de la Cruz ocupó, junto a Juan Ruiz de Alarcón y a Carlos de Sigüenza y Góngora, un destacado lugar en la literatura novohispana. En el campo de la lírica, su trabajo se adscribe a los lineamientos del barroco español en su etapa tardía. La producción lírica de Sor Juana, que supone la mitad de su obra, es un crisol donde convergen la cultura de una Nueva España en apogeo, el culteranismo de Góngora y la obra conceptista de Quevedo y Calderón.



Muestras poéticas
                                                    Redondilla (Fragmento)

Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal? .....



Verde Embeleso (Fragmento)


Verde embeleso de la vida humana,
loca esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado,
y de los desdichados el mañana...




Jerónimo de Balbás
Fué un arquitecto y escultor español que falleció en 1748, introductor de uno de los elementos más característicos del barroco mexicano: el estípite.
Se sabe poco de sus inicios, aunque se cree que nació en Zamora (Castilla y León) durante el segundo tercio del siglo XVII y que se formó con José de Churriguera. Es un artista muy avanzado en las formas escenográficas, tal y como muestran las complejas estructuras de sus retablos.
A principios del Siglo XVIII se trasladó a Madrid y más tarde a Sevilla, donde realizó el suntuoso retablo del Sagrario de la Catedral hispalense, llamado Furibunda Fantasía, destruido por el fuego en 1824, y también la sillería de la iglesia de Marchena.
Posteriormente viajó a México y en 1718 comenzó a trabajar en su obra cumbre, el Retablo de los Reyes de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. La complejidad de esta pieza tiene su origen en su adecuación a la planta de la capilla. Verticalmente se divide en tres calles separadas por estípites; en la central se disponen dos lienzos de Juan Rodríguez Juárez (la Adoración de los Reyes y la Asunción) y en las laterales se abren varias hornacinas. Como remate de todo el conjunto, Balbás diseñó una media bóveda. 


 Enrique González Martínez 

Enrique González Martínez (Guadalajara, Jalisco, México; 13 de abril de 1871 - México, D. F.; 19 de febrero de 1952)

 

 

A LA QUE VA CONMIGO




Iremos por la vida como dos pajarillos


que van en pos de rubias espigas, y hablaremos


de sutiles encantos y de goces supremos


con ingenuas palabras y diálogos sencillos.




Cambiaremos sonrisas con la hermana violeta


que atisba tras la verde y oscura celosía,


y aplaudiremos ambos la célica armonía


del amigo sinsonte que es músico y poeta.




Daremos a las nubes que circundan los flancos


de las altas montañas nuestro saludo atento,


y veremos cuál corren al impulso del viento


como un tropel medroso de corderillos blancos.




Oiremos cómo el bosque se puebla de rumores,


de misteriosos cantos y de voces extrañas;


y veremos cuál tejen las pacientes arañas


sus telas impalpables con los siete colores.




Iremos por la vida confundidos en ella,


sin nada que conturbe la silenciosa calma,


y el alma de las cosas será nuestra propia alma,


y nuestro propio salmo el salmo de la estrella.




Y un día, cuando el ojo penetrante e inquieto


sepa mirar muy hondo, y el anhelante oído


sepa escuchar las voces de los desconocido,


se abrirá a nuestras almas el profundo secreto.



Salvador Díaz Mirón Veracruz (México) 




A GLORIA



No intentes convencerme de torpeza
con los delirios de tu mente loca:
mi razón es al par luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca.

Semejante al nocturno peregrino,
mi esperanza inmortal no mira el suelo;
no viendo más que sombra en el camino,
sólo contempla el esplendor del cielo.

Vanas son las imágenes que entraña
tu espíritu infantil, santuario oscuro.
Tu numen, como el oro en la montaña,
es virginal y, por lo mismo, impuro.

A través de este vórtice que crispa,
y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,
oruga enamorada de una chispa
o águila seducida por un astro.

Inútil es que con tenaz murmullo
exageres el lance en que me enredo:
yo soy altivo, y el que alienta orgullo
lleva un broquel impenetrable al miedo.

Fiando en el instinto que me empuja,
desprecio los peligros que señalas.
«El ave canta aunque la rama cruja,
como que sabe lo que son sus alas».

Erguido bajo el golpe en la porfía,
me siento superior a la victoria.
Tengo fe en mí; la adversidad podría,
quitarme el triunfo, pero no la gloria.

¡Deja que me persigan los abyectos!
¡Quiero atraer la envidia aunque me abrume!
La flor en que se posan los insectos
es rica de matiz y de perfume.

El mal es el teatro en cuyo foro
la virtud, esa trágica, descuella;
es la sibila de palabra de oro,
la sombra que hace resaltar la estrella.

¡Alumbrar es arder! ¡Estro encendido
será el fuego voraz que me consuma!
La perla brota del molusco herido
y Venus nace de la amarga espuma.

Los claros timbres de que estoy ufano
han de salir de la calumnia ilesos.
Hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan... ¡Mi plumaje es de esos!

¡Fuerza es que sufra mi pasión! La palma
crece en la orilla que el oleaje azota.
El mérito es el náufrago del alma:
vivo, se hunde; pero muerto, ¡flota!

¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!
¡Consuela el corazón del que te ama!
Dios dijo al agua del torrente: ¡bulle!;
y al lirio de la margen: ¡embalsama!

¡Confórmate, mujer! Hemos venido
a este valle de lágrimas que abate,
tú, como la paloma, para el nido,
y yo, como el león, para el combate.







































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